Tesis sobre el final de la historia

TESIS SOBRE EL FINAL DE LA HISTORIA

Antonio González

1. La tesis del final de la historia habría de ser distinguida de la tesis que niega la realidad de la historia.

1.1. Si se afirma el final de la historia en sentido estricto se está aceptando que ha habido un proceso histórico que ha concluido.

1.1.1.Esta conclusión no consistiría en la abolición del tiempo, sino en el final de un dinamismo determinado, sin excluir que en la realidad se sigan dando otro tipo de dinamismos. Según esta tesis, la historia habría ya alcanzado una fase final y no cabría esperar más novedades.

1.1.2. Un modo habitual de discutir esta tesis es mostrar al servicio de qué intereses está (Imperio) o también afirmar que realmente va a haber nuevas fases en la historia.

1.1.3. Sin embargo, es necesaria una discusión más radical que se pregunte por las raíces y los presupuestos de una historia que puede tener "final" y que tiene "fases". En caso contrario, estaríamos moviéndonos en los mismos presupuestos del adversario. Es decir, es necesario preguntarse rigurosamente por el concepto de historia presupuesto y su adecuación a la realidad histórica conocida.

1.2. En ocasiones se afirma el final de la historia sólo en el sentido del final de la "categoría" o del "mito" de historia, y no en el sentido del final de la historia misma. Esta tesis equivale a negar la realidad de la historia.

1.2.1. En tal caso, la historia no habría tenido nunca realidad y la única novedad es que un determinado concepto habría perdido vigencia, ya sea en el ámbito científico o filosófico (categoría de historia), ya sea en el ámbito cultural (mito de la historia), ya sea en ambos al mismo tiempo.

1.2.2. La negación de la realidad de la historia puede tener dos sentidos filosóficos:

1.2.2.1. o bien se afirma que en el ámbito de lo real no hay un proceso llamado "historia" y por eso el concepto de historia ya no sería utilizable (tesis realista),

1.2.2.2 o bien se afirma que la única realidad accesible es la de nuestros conceptos, de tal manera que si no necesitamos el concepto de historia ya no hay historia (tesis subjetivista y por tanto relativista).

Habría que distinguir entre un relativismo teórico (la historia como un concepto de la cultura occidental apto para ordenar las demás culturas) y un relativismo práctico (la pregunta por la praxis histórica o biográfica no tiene sentido) equivalente a la frivolidad, o una mezcla de ambos.

1.2.3. La discusión con la tesis relativista teórica pertenece propiamente a la teoría del conocimiento. Aquí suponemos un origen del logos y la razón en la praxis sentiente y por ello una ulterioridad de los conceptos respecto a la realidad. Otra cuestión siempre abierta es la de la corrección de tales conceptos. Con frecuencia la tesis relativista teórica niega el concepto ilustrado de historia y no todo concepto posible de historia, aunque según su epistemología se trataría de hallar conceptos adecuados y no de discusión sobre la realidad.

1.2.4. Igualmente, los que niegan la realidad de la historia (tesis realista) niegan con frecuencia que exista un proceso histórico semejante al que los ilustrados han descrito (negación del concepto ilustrado de historia), pero pueden estar abiertos a la existencia de otro tipo de procesos que cabría denominar históricos según otro concepto (prescindiendo de discusiones puramente verbales).

1.3. De este modo, tanto para responder a la tesis de que el proceso histórico ha llegado a su final como para responder a la tesis de la no existencia de tal proceso histórico es necesario revisar el concepto de historia de la ilustración y proponerle alternativas ajustadas a aquéllos dinamismos reales que puedan denominarse históricos.

2. El concepto ilustrado de historia en su génesis trata de responder al caos ético-político, al caos epistemológico y al caos que desdice la existencia un creador bueno y racional.

2.1. La filosofía ilustrada de la historia (FIH) responde a la pregunta ético-política por la presencia del mal en la historia y por las posibilidades de una liberación efectiva de ese mal: pretende ser una filosofía de la liberación.

2.1.1. El mal histórico se diagnostica como yugo que la naturaleza ejerce sobre los hombres y como yugo que unos hombres se imponen a otros.

2.1.2. La FIH tiene dos versiones fundamentales en la mayor parte de los autores: una inicial que realiza un diagnóstico optimista sobre las posibilidades de autoliberación y otra versión tardía de carácter más pesimista.

2.1.2.1. En la primera versión la liberación del mal histórico se entiende inicialmente como una auto-liberación en virtud de la cual los sujetos libres y conscientes serán dueños de su propia historia: es el paso de la minoría de edad a la mayoría (Kant), de la prehistoria a la historia (Marx).

2.1.2.1.1. Respecto al yugo de la naturaleza, en la primera versión se piensa que el progreso de las ciencias y de la técnica traerá necesariamente la liberación del mismo.

2.1.2.1.2. Respecto al yugo que unos hombres imponen a otros, se confía en la capacidad de los sujetos libres de destruir ese yugo.

Para hacerlo es necesario un proceso de concientización, ya se entienda ésta como ilustración (Kant), como marcha del Espíritu hacia el Absoluto (Hegel), como alianza de filosofía y proletariado (Marx).

2.1.2.2. Las distintas experiencias históricas negativas (Terror en Francia, guerras napoleónicas, Comuna) dan lugar a una versión más pesimista.

2.1.2.3. El pesimismo sobre la capacidad humana de llevar a cabo la liberación lleva a entregar la tarea de esta liberación a fuerzas sobrehumanas, ya sean la naturaleza (Kant), el Espíritu (Hegel) o la dialéctica de la materia traducida en leyes económicas (fundamentalmente Engels).

2.1.2.3.1. Con esto la liberación deja de ser auto-liberación y se convierte en un proceso necesario y determinista, que ocurrirá con o sin la voluntad de los hombres.

2.1.2.3.2. El mal es explicado como un momento necesario y esencial (insociable sociabilidad, dialéctica de las formas de conciencia, dialéctica de la naturaleza) en la dinámica de la historia hacia el bien

2.2. La FIH responde a una pregunta epistemológica por la posibilidad de un conocimiento racional de los hechos históricos, tratando de superar su aparente desorden.

2.2.1. Inicialmente este conocimiento tiene la forma propia de la razón práctica: la filosofía de la historia es una filosofía revolucionaria porque la difusión de la misma ha de influir decisivamente en la emancipación práctica, ya que tanto la teoría como el objeto descrito son realidades prácticas.

2.2.2. Progresivamente, el modelo de conocimiento se va ajustando más al de la ciencia natural, de forma que el papel de la filosofía de la historia se compara al de un observador científico (newtoniano) cuya teoría no influye en el proceso que se describe ni en la descripción del proceso.

2.2.3. Del mismo modo, el objeto descrito deja de ser una realidad práctica y se convierte en una realidad natural. El dinamismo histórico se asimila a los dinamismos de la evolución de las especies naturales.

2.2.4. La historia así descrita es un proceso

2.2.4.1. único: todas los pueblos y naciones, por más que estén separados en el espacio y en el tiempo son ordenables dentro de una misma lógica evolutiva por la que todos han de pasar.

2.2.4.2. lineal: quedan excluidas visiones cíclicas de la historia o la pura negación de toda historicidad.

2.2.4.3. fásico: esta línea tiene fases que no se pueden alcanzar sin haber realizado la fase anterior

2.2.4.4. ascendente: los distintos estadios del proceso significan tanto una mejora en el dominio técnico sobre la naturaleza como una mejora en las relaciones de los hombres entre sí (progreso moral).

2.2.4.5. teleológico: la astucia de la naturaleza, de la razón o de la materia persigue la reconciliación plena de todos en la última fase de la historia. La historia tiene final, alcanzado ya (Hegel), o próximo a ser alcanzado.

2.2.4.6. necesario: las fases históricas están rígidamente determinadas en leyes semejantes a las leyes naturales.

2.2.4.7. potencial: todo lo que sucede en la historia es des-arrollo de lo que ya estaba a priori contenido en las leyes de la naturaleza humana, del Espíritu Absoluto o de la materia.

2.3. La FIH responde a la pregunta de la teodicea por el sentido del mal y su compatibilidad con un creador bueno o con una realidad buena.

2.3.1. La entrega de la tarea de la liberación a la naturaleza, espíritu o a la materia concilia la realidad del mal en la historia con la existencia de un creador bueno. Igualmente, el descubrimiento de un orden evolutivo en la historia se concilia con la realidad de un creador racional.

2.3.2. En las versiones panteístas o ateas, el descubrimiento de un proceso necesario evolutivo de liberación posibilita la afirmación del carácter positivo y racional de la realidad tomada en su conjunto.

2.3.3. El problema fundamental reside en que el mal queda integrado como parte necesaria de un progreso que lleva al bien y en este sentido justificado como un mal menor pero absolutamente necesario para llevar la historia a su final feliz. La historia es el tribunal universal.

3. El concepto ilustrado de historia, si no en sus intereses iniciales, sí en su versión definitiva es inservible para una filosofía de la liberación.

3.1. Este concepto mantiene la alienación humana, en la medida en que la propia liberación aparece como un proceso independiente de la praxis humana.

3.1.1. No se distingue entre la independencia de los procesos sociales respecto a la conciencia y voluntad individuales de la independencia de toda praxis humana que se acepta al entregar el proceso histórico a un macrosujeto.

3.1.2. La responsabilidad ética en la construcción de la historia se diluye en la medida en que se niega la libertad.

3.1.3. Además, se da la razón a todos los conservadurismos que apelan a la necesidad o a las "leyes económicas" para mantener sus propios proyectos políticos.

3.1.4. Finalmente, disocia la liberación del yugo de la naturaleza de los problemas éticos, reduciéndola a cuestión de progreso técnico. La crisis ecológica ha puesto de relieve la dimensión ética de la técnica misma.

3.2. El concepto ilustrado de historia falsea la índole del conocimiento histórico y de su objeto

3.2.1. En el aspecto epistemológico se desconoce la constitutiva vinculación entre teoría y praxis.

3.2.1.1. Se llega a soñar con una ciencia social según el modelo de las ciencias naturales, desconociendo la vinculación entre éstas y la actividad social, tanto en el sentido activo como pasivo.

3.2.1.2. De este modo se ignora el papel que para toda reflexión desempeña el lugar del intelectual y la necesidad de una conexión vital entre intelectuales y pueblo.

3.2.2. Desde el punto de vista de los contenidos de la historia, los pueblos del llamado Tercer Mundo aparecen como pueblos condenados repetir los modelos occidentales.

3.2.2.1. Por ser la historia un proceso único, no hay más alternativas que las ya realizadas por las naciones europeas.

3.2.2.2. Por ser un proceso necesario está justificado forzar a las naciones que no lo deseen a aceptar el progreso

3.2.2.3. Por ser un proceso fásico, estas alternativas han de realizarse en el mismo orden que Europa ya realizó sin aceleraciones revolucionarias.

3.2.2.4. Por ser un proceso ascendente, estos pueblos aparecen como retrasados tanto técnica como moralmente.

3.2.2.4. Por ser un proceso lineal las relaciones de estos pueblos con los occidentales aparecen como relaciones de desarrollo-subdesarrollo dentro de una línea temporal, ocultándose así la simultaneidad y la interdependencia de los procesos.

3.2.2.5. Por ser un proceso teleológico está permitido decir que en una determinada fase (la de las naciones occidentales, por supuesto) se ha alcanzado ya el final de la historia.

3.2.2.6. En definitiva, por ser un proceso de des-arrollo de potencias, en la historia no hay lugar para la creatividad de la praxis humana.

3.3. El concepto ilustrado de historia legitima la situación de las víctimas de la misma.

3.3.1. Estas aparecen como un mal menor, querido por la voluntad del creador de la naturaleza para llevar las cosas a buen fin.

3.3.2. O como un mal menor inherente a las leyes de la naturaleza, del Espíritu o de la materia.

3.3.3. En todo caso, su situación es siempre explicada como un "atraso" respecto a los que encabezan la marcha de la historia, que si no se explica en términos metafísicos no queda más solución que recurrir a la propia culpa de los pobres (en virtud de 3.2.2.4).

3.3.4. Desde esta perspectiva, la opción por los pobres carece de todo sentido no sólo filosófico sino también teológico.

3.4. En definitiva, el final de este concepto de historia es algo digno de ser celebrado.

4. Es posible presentar una alternativa al concepto ilustrado de historia en virtud de una filosofía de la praxis.

4.1. La idea de una liberación ha de mantenerse, pero prescindiendo de la categoría de sujeto autoliberador.

4.1.1. La categoría de praxis es más adecuada que la categoría de sujeto, pues muestra en qué medida el agente histórico se constituye en su propia actividad y no existe antes de la historia.

4.1.2. Desde esa misma categoría de praxis la autoliberación es siempre y al mismo tiempo hetero-liberación. Esto, no por una dialéctica de los sujetos, sino por la radical socialidad de la praxis humana.

4.1.3. Desde esta categoría de praxis, el proceso histórico no aparece como un proceso independiente de los agentes históricos, sino como un proceso humano que es (frecuentemente) independiente de la voluntad de los individuos.

4.1.4. Desde la categoría de praxis, la moral no se funda en categorías externas a la misma, tomadas de la naturaleza o del sujeto transcendental y dialógico, sino inmanentemente en el carácter personal de tal praxis (des-enajenación).

4.1.5. Desde la categoría de praxis el mal no queda integrado dentro de ningún macroproceso sino que permanece como escándalo y desafío perpetuo para el hacer moral.

4.1.6. Finalmente, la apertura de la praxis significa que tanto la dimensión política como la dimensión técnica de la actividad humana están sujetas a consideraciones morales.

4.2. La índole del conocimiento histórico y de su objeto ha de ser no sólo revisada críticamente, sino también planteada con nuevas categorías.

4.2.1. Se ha de fundamentar la unidad de teoría y praxis en la vinculación constitutiva entre la actividad sentiente y la intelección.

4.2.1.1. La intelección sentiente permite recuperar la tesis marxista del carácter activo del sentir.

4.2.1.2. La intelección sentiente permite poner en conexión directa la tesis del carácter activo del sentir con su carácter intelectivo, dando así una fundamentación radical a la unidad del teoría y praxis. En este carácter intelectivo del sentir se fundamenta la apertura de la praxis y su constitutiva eticidad.

4.2.1.3. Igualmente, es necesario estudiar la vinculación de los conceptos y creaciones del logos con el campo de realidad, y de éste con el sentir intelectivo, dando así una base filosófica radical al concepto de ideología.

4.2.1.4. Finalmente, es preciso fundamentar la constitutiva apertura e historicidad de la razón (más que una mera influencia externa de factores históricos), tanto teórica como práctica.

4.2.2. La historia no es un proceso lineal de desarrollo de potencias sino un proceso de apropiación de posibilidades.

4.2.2.1. Para fundamentar el carácter no lineal se necesita de un concepto no finalista de acción humana que supere tanto el idealismo como el positivismo característicos de la teoría de la acción.

4.2.2.2. Desde el punto de vista de la praxis intelectiva (4.2.1) la apertura de la razón humana consiste en enfrentamiento con posibilidades.

4.2.3. Si el dinamismo de la historia es apropiación y actualización de posibilidades

4.2.3.1. La unidad de la historia no puede consistir más que en una unidad del género humano (que como tal es natural y no histórica) o en una unificación fáctica en un determinado momento de la historia, pero no en una unidad a priori.

4.2.3.2. Las líneas históricas sin líneas fácticamente construidas, sin que esté nunca dicho a priori en qué dirección se va a construir.

4.2.3.3. Las fases de las distintas líneas históricas no tienen más que un valor metodológico para los historiadores, pero no autorizan predicciones, sino solamente detección de posibilidades reales.

4.2.3.4. En la historia hay avance no en el sentido de que las posibilidades apropiables están determinadas por las posibilidades anteriormente apropiadas. Pero su cualidad moral no es deducible de su supuesto momento evolutivo.

4.2.3.5. Los juicios ético-políticos no se dan en función de la inserción en un esquema evolutivo sino desde el carácter liberador de las posibilidades apropiadas.

4.2.3.6. En la historia hay lugar para la creatividad, pero sólo dentro de un sistema de posibilidades concretas determinados por las condiciones fácticas.

4.2.3.7. El final del dinamismo de apropiación de posibilidades es imposible mientras existan realidades dotadas de inteligencia sentiente.

4.2.4. La novedad de la historia actual consiste en su unificación práctica debido a los procesos de colonialismo, imperialismo, mundialización de la economía, creación de una opinión pública mundial, y desaparición de los bloques.

4.3. Desde esta concepción de la historia las víctimas de la misma no quedan justificadas.

4.3.1. Ni en nombre de Dios ni en nombre de un dinamismo metafísico de la naturaleza, el Espíritu o la materia.

4.3.2. Pero tampoco en nombre del "progreso". Desde el momento en que se produce una unificación fáctica de la humanidad no cabe apelar a la historia para situar a los distintos pueblos en líneas hipotéticamente "anteriores" a la propia, ignorando la simultaneidad de los tiempos históricos y la interdependencia de la praxis mundial actual.

4.3.3. La teología cristiana de la historia no ha de legitimar la visión ilustrada de la historia, como ha sido habitual en la teología europea y en algunas teologías de la liberación, sino criticarla desde el reverso de la historia.

5. Consecuencias para el fin de la historia.

5.1. La historia como dinamismo de apropiación de posibilidades no ha finalizado.

5.1.1. La desaparición del concepto de historia, si por tal se entiende el concepto ilustrado, es deseable, por más que no sea totalmente realidad, pues se mantiene como presupuesto inconfesado en muchos juicios sociopolíticos.

5.1.1.1. La necesidad teórica del concepto (no ilustrado) de historia se justifica en la medida en que existan procesos reales considerables históricos en virtud de un concepto alternativo de historia.

5.1.1.2. La necesidad práctica de un concepto de historia se justifica en la medida en que existan procesos históricos necesitados de ser controlados racionalmente por la praxis de los hombres en su conjunto. En este sentido no extraña la negación frívola del concepto por parte de los des-interesados en tal control práctico.

5.1.2. La tesis que niega la realidad de la historia es cierta si con ello se entiende la realidad de la historia que predicaron los ilustrados. Pero es falsa si con ello se afirma la inexistencia de un proceso de apropiación de posibilidades que establece una distancia real entre el principio y el final de una línea de trasmisión tradente de las mismas.

5.1.3.1. La negación de la realidad de la historia quiere a veces con razón combatir el eurocentrismo de la idea habitual de historia. Pero este eurocentrismo es falso no porque no haya historia sino porque no corresponde a la realidad de la misma.

5.1.3.1 Esta tesis niega ideológicamente la historia cuando la apelación a la pluralidad cultural ignora la unidad e interdependencia reales de la praxis histórica actual.

5.2. La tesis sobre el final de la historia en cuanto proceso real tiene hoy especial significado ideológico.

5.2.1. En primer lugar, la tesis mantiene total o parcialmente el esquema ilustrado de la historia y con ello sus dificultades y sus legitimaciones.

5.2.2. Estas legitimaciones toman una especial gravedad en la medida en que el final, como en Hegel, ya se considera realizado:

5.2.2.1.. Respecto al futuro, la situación de los países occidentales se considera en lo fundamental incuestionable presciendiendo tanto de sus dificultades internas como externas.

5.2.2.2. Pero sobre todo se crea un pasado imaginario donde se sitúan todos los demás pueblos en una línea cronológica ideal que culmina en la situación de occidente. Esta imagen ideológica, difundida mundialmente, permite:

5.2.2.2.1. Ocultar la interdependencia y la simultaneidad de la praxis económica, política y cultural mundial.

5.2.2.2.2. Mantener ideológicamente a los estados nacionales, encuadrados ficticiamente en una línea de mayor o menor cercanía al final, como marcos de toda valoración en cuestiones ético-políticas, ocultado así la actual dimensión mundial las mismas.

5.3. Hay un sentido en que la tesis del final de la historia puede tener peligrosamente algo de cierto.

5.3.1. No se trata ni de el final de los procesos históricos reales ni del final del concepto de historia, sino del final de los proyectos alternativos de futuro.

5.3.2. Esta tesis supondría que aunque sigue habiendo apropiación de posibilidades, entre tales posibilidades sólo se presentan variantes del actual orden capitalista y liberal del mundo.

5.3.3. La falsedad de esta tesis sólo se demuestra en la medida en que se muestran posibilidades históricas alternativas.

5.3.4. Cualquier posibilidad que se presente pretendiendo ser una verdadera alternativa tiene que tener un carácter mundial dada la interdependencia actual del mundo y la desaparición de los bloques, sin que esto excluya tareas locales.

5.3.5. Los mismos principios de la llamada economía social de mercado, que dentro del esquema ilustrado de la historia desempeñan un papel ideológico al ser presentados como "final" de la historia en los países occidentales y como modelo para los demás, tienen un carácter revolucionario cuando se los aplica mundialmente, debido a la ausencia de democracia en las instituciones internacionales y a la necesidad de políticas económicas mundiales democráticamente controladas en favor del Tercer Mundo y con perspectiva ecológica.