¿Son los evangélicos tan conservadores?

¿Son los evangélicos tan conservadores?

Antonio González

La historia reciente de América Latina proporciona desgraciadamente argumentos suficientes para considerar que las llamadas sectas evangélicas constituyen grupos intrínsecamente conservadores o incluso reaccionarios en el ámbito social y político. A lo sumo, se podría conceder que ciertos grupos pretenden mantenerse ajenos a la política. Pero la evidencia empírica desmiente en la mayor parte de los casos esta pretensión: las agrupaciones evangélicas de carácter "evangelical", pentecostal y neopentecostal (a diferencias de las iglesias protestantes históricas) han obedecido frecuentemente a instrucciones emanadas de la derecha religiosa norteamericana (estrechamente vinculada a la administración Reagan), han boicoteado la organización popular de izquierdas, y se han aliado abiertamente con las dictaduras militares más violentas y sanguinarias del Continente. Sin embargo, puede que ésta no sea toda la historia.

En El Salvador, según una encuesta de IUDOP del pasado, el porcentaje de cristianos evangélicos alcanza un 17.8% de la población [ECA 563 (1995) p. 851]. La encuesta se refiere a "sectas de protestantes", sin hacer distinción explícita entre iglesias protestantes históricas, agrupaciones evangélicas y sectas para-cristianas como los Testigos de Jehová, los Mormones o los Adventistas. Pues bien, según una encuesta del IUDOP de este año [IUDOP Informe 55 (1996) p. 40], este 17.8% de evangélicos no tendría unas intenciones de voto netamente conservadoras. Mientras que, de cada 100 católicos, 19.9 pretenden votar a ARENA, solamente 15.8 evangélicos tienen esa misma intención de voto. Sin embargo, son más los católicos que se inclinan por el FMLN (un 6.6% frente a un 4.9% de evangélicos). ¿A dónde van entonces las intenciones de voto de los restantes evangélicos? Algunas se dirigen al PDC (2.2% de evangélicos frente a 1.8% de católicos), pero no tanto a "otros partidos" (4.1% de católicos frente a sólo 2.7% de evangélicos). Entre los evangélicos predomina en cambio la intención de no votar a nadie (29.9% frente a 26.6% de católicos), de mantener su opción en secreto (17.4% de evangélicos frente a 16.4% de católicos) o de declarar que no sabe a quién votará (27.2% frente a 24.5% de católicos). En definitiva, los evangélicos parecen no diferir sensiblemente de los católicos en su orientación política, y las diferencias no indican claramente una orientación conservadora, sino a lo sumo un cierto "centrismo" y apoliticismo.

¿Cómo explicar estos hechos? Indudablemente, la constelación de fuerzas religiosas, políticas y sociales actuantes en la década pasada ha cambiado sensiblemente en los últimos años. Por una parte, las fuerzas políticas estadounidenses que ostensiblemente financiaron y utilizaron a las iglesias evangélicas no sólo fueron desplazadas (al menos parcialmente) de la administración nortemamericana, sino que su anticomunismo visceral ha perdido su razón de ser ideológica. Por otra parte, la organización congregacional de varias agrupaciones evangélicas favorece la autonomía de las iglesias locales, y la posibilidad de distanciarse respecto a sus iglesias-madre en Estados Unidos. En el ámbito católico, los impulsos desatados por la teología de la liberación se hallan en franco retroceso, tanto en las bases como en la jerarquía, que hoy se alía abiertamente con las fuerzas económicas y políticas que hace años favorecieron el asesinato de numerosos líderes eclesiales católicos. Mientras que la teología de la liberación ha permanecido como un movimiento fundamentalmente clerical, los movimientos evangélicos han tendido a crear iglesias laicas con una teología bíblica popular. Frente al verticalismo característico de la mentalidad católica, las iglesias evangélicas pueden inclinarse no sólo hacia un autoritarismo carismático, como en la década pasada, sino también hacia valores democráticos.

Un factor decisivo es la composición social de los grupos evangélicos, los cuales se sitúan fundamentalmente en el estrato social medio-bajo, obrero, rural y marginal. Mientras que el 79.1% de la clase alta se declara católica, solamente un 7% se confiesa evangélica. En cambio, el 20.6% de los obreros, el 21.7% de la población marginal, y el 19.5% de los habitantes del campo se declaran evangélicos [ECA 563 (1995) p. 852]. Aunque en un momento inicial las agrupaciones evangélicas hayan servido a estrategias de contrainsurgencia o se hayan limitado a proporcionar un consuelo y una seguridad frente a la explotación y la represión, su misma composición social puede hacer evolucionar a estos movimientos hacia posiciones políticamente más progresistas. En realidad, el origen de los movimientos evangélicos no se explica solamente por la actividad misionera o conspirativa de los Estados Unidos. Los evangélicos supieron responder a las inquietudes religiosas de los pobres cubriendo ciertos espacios a los que la organización clerical del catolicismo no podía alcanzar. En una época en que el catolicismo vuelve a perseguir la alianza con el Estado y la creación de una nueva cristiandad, los evangélicos tienen nuevas oportunidades para abarcar los espacios libres dejados por el catolicismo. A diferencia de la década pasada, hoy no serán solamente los espacios religiosos, sino también los espacios políticos.