Recensión de José A. Zamora

José A. Zamora, Krise-Kritik-Erinnerung. Ein politisch-theologischer Versuch über das Denken Adornos im Horizont der Krise der Moderne, LIT Verlag, Münster-Hamburg, 1995, 507 pp.

El interesante libro de José A. Zamora consiste en una tesis doctoral presentada en la Facultad de Teología Católica de la Universidad de Münster (Westfälische Wilhelms Universität), y dirigida por el profesor J. B. Metz, conspicuo representante de la "teología política" alemana. En su trabajo, José A. Zamora pretende utilizar la filosofía de Theodor W. Adorno para elaborar un proyecto de teología fundamental en el horizonte de la crisis de la modernidad.

¿Cuál sería la aportación de Adorno a una teología fundamental que, desde la perspectiva de la teología política, pretenda responder a los retos planteados por la crisis de la modernidad? Según la tesis de José A. Zamora, el punto decisivo estaría en la crítica de Adorno a la idea de totalidad. Se trataría de un aspecto central de su "teoría crítica", descuidado por otros continuadores de la misma tal como J. Habermas, y que convertiría a Adorno en un crítico especialmente lúcido de la modernidad. Desde el punto de vista de Adorno, todo intento filosófico de explicar de un modo total y exhaustivo el mundo capitalista sería un modo de legitimarlo, declarándolo como racional. La teoría crítica tendría que limitarse a interpretar la negatividad destructora de cualquier totalidad. No se trata de decir, como Horkheimer, que la negación tiene un papel importante en la totalidad porque ella supera toda verdad parcial. Para Adorno, la idea de una totalidad presupone que toda la realidad es incluida en el pensamiento. Y esto es justamente lo que Adorno no puede aceptar, pues equivaldría a declarar que todo lo real es racional y, por tanto, está justificado (pp. 201-218).

Desde esta perspectiva puede emprender Zamora una crítica al "déficit escatológico" de la teología contemporánea. Según su tesis, en la teología contemporánea la conciencia apocalíptica de un desajuste entre la realidad histórica y la voluntad divina sucumbe a una escatología deshistorizada (Barth y Bultmann), a la especulación ontoteológica (Rahner) y al idealismo totalizante (Pannenberg). El sufrimiento como aguijón de la no-identidad en la carne de la identidad, y la memoria del mismo como fuerza crítica contra toda totalización constituyen la alternativa que la teología cristiana ha de presentar a toda legitimación ideológica del presente. La teología cristiana es inexorablemente una teología de la cruz, y todo intento de obviar este dato fundamental de la fe termina en una cómoda justificación del orden establecido.

El trabajo de José A. Zamora tiene el mérito de haberse centrado en un problema fundamental para toda teología: la tentación del teólogo de instalarse en la mente de Dios para, desde ella, explicar el mundo, declarándolo perfectamente racional. La diferencia entre la inteligencia y la realidad, y la consiguiente renuncia a todo pensamiento que pretenda identificarse con la totalidad, constituyen una llamada de atención inexorable, no sólo para la teología, sino también para la filosofía. En ello hay una importante convergencia con la idea de alteridad, tal como se ha planteado en pensadores como Levinas, y que ha tenido un importante eco en la filosofía y en la teología latinoamericana.

Cabe preguntarse si para esta crítica de todo pensamiento totalizante el recurso al pensamiento Adorno es el más indicado. Ciertamente hay en él una conciencia lúcida del problema mencionado. Sin embargo, sus categorías filosóficas siguen siendo las de la filosofía de la identidad. La idea de negación, de dialéctica, de superación, etc., representan conceptos gestados en orden a un proyecto filosófico que pretendía la plena identificación entre el pensamiento y la razón. Utilizando esas mismas categorías, Adorno muestra los presupuestos ideológicos de tal proyecto. Ahora bien, habría que pensar si una verdadera alternativa al hegelianismo no requiere la elaboración de unos conceptos filosóficos radicalmente ajenos a aquellos sobre los cuales la modernidad fundó su proyecto totalizante. Esto nos remite a un problema más radical: ¿con qué criterios puede la teología fundamental recurrir a una determinada filosofía? Por lo general, las respuestas a esta pregunta son marcadamente hermenéuticas: se apela simplemente a una determinada tradición de pensamiento. Sin embargo, esto parece demasiado poco en una situación mundial como la presente, donde las muchas y muy diversas tradiciones habrían de encontrar un ámbito común para entenderse y dialogar. Es un problema que, obviamente, rebasa los límites de una investigación como la que José A. Zamora ha realizado con profundidad y maestría.

A.G.